Necesitas saberlo

Una vez, cuando todavía era una niña, su abuelo le había contado la historia de uno de los ancestros O’Lund cuando ella pregunto por qué habían perdido sus propiedades, si en los libros familiares se les pintaba como una familia élite. Contaba la vieja historia que esté O’Lund se encontró con una mujer que parecía gitana y le dijo que estaba maldito, que todos los O’Lund tenían mala suerte por culpa de una maldición y que ella podía liberar el apellido a cambio de unas cuantas monedas de oro. Escéptico el hombre se negó a la ayuda de la extraña mujer y su debido a su avaricia la familia ha perdido poco a poco todo lo que tiene.

Sara ya no cree que sea solo una historia, sabe que su abuelo, cuando era patinador profesional tuvo una inexplicable fractura expuesta en una presentación y tuvo que dejar de lado su carrera. Su madre fue engañada por un mago conquistador. Y cuando todo parecía cambiar, Sara tenía la maldición de la luna.

Todavía al cerrar los ojos podía ver como una enorme bestia de ojos color topacio se precipitaba hacía ella, del hocico le colgaban algunas hebras de saliva y se asomaban afilados dientes. La iba a matar, pero Sara siempre conseguía abrir los ojos antes de que llegara a ella. Despertaba llena de sudor, temblando y cuando iba al baño a lavarse la cara veía en el espejo los mismos ojos animales. Ya no dormía como antes, por lo que tenía grandes y profundas ojeras alrededor de sus nuevos ojos. No era el único cambio en la chica, sabía que todos notarían que había adelgazado más de la cuenta, que al ver sus ojos murmurarían a sus espaldas y todavía estaba la fea cicatriz en todo su hombro.

-No quiero hacerlo- su abuelo le tomaba la mano, el expreso de Hogwarts estaba frente a ellos, humeando. Su voz era un susurro, apenas audible entre los gritos de emoción, las pláticas emotivas y los gritos de júbilo. Bruce la miro con aquellos ojos que decían que había vivido demasiadas cosas, a pesar de su edad.

-Tú puedes.- le soltó la mano, la giro y se agacho a la altura de la única mujer que amaba que seguía a su lado –Tienes que hacerlo. Ahora, es el único lugar donde podrás prosperar-

La niña de todavía doce años negó muy despacio. –No abuelo, no es… no es cómo crees.-

-Sé como es.- la interrumpió –Sé que te rechazarán, que te mirarán como si no debieses estar allí, todo esto me lo explicaron muy bien. ¿Cómo crees que sería si se enterarán en el pueblo? Te aseguro que no será ni un poco mejor. Además, yo no te durare toda la vida…- alzó la mano sabía que ella estaba por protestar por lo que coloco un dedo en los labios de su nieta -…soy viejo Sara y si me voy a ir quiero irme sabiendo que estás preparada. Tienes que subir, demostrar que no importa que seas lo que seas, que tú eres mucho mejor que ellos, porque yo lo sé mi pequeña Sara y tú tienes que saberlo.-

Aquella vez abrazo a su abuelo con fuerza y luego de un beso de despedida subió al tren, recibió las miradas que esperaba y unas más, pero no le importo. Ella les demostraría a todos lo que su abuelo sabía de ella.