Este será un buen año... un buen año...

Ella jamás sería bella como sus hermanas…
Nadie la miraría con admiración, y nadie la tomaría de la mano como un caballero…
Jamás sería bonita…
Jamás sería una dama…

-Sky, levántate, papá dice que si no te levantas perderás el tren.- La voz de su hermana mayor sólo logró hacerla removerse en su lugar, gruñendo por lo bajo y revolviéndose en la cama. –Vamos Sky ¿Quieres que hagamos a “Babe el puerquito valiente” tocino?- no faltó más, la chica de cortos cabellos como varón se levantó de un salto de la cama, haciendo saltar a su rana. Ese verano se había cortado el cabello como un chico... quizás en un berrinche, quizás como deseo... era imposible decir que pasaba por su cabeza el día que tomó las tijeras y se cortó el primer mechón rojizo. –¡Kermit! ¡Regresa a tu estanque!- gritó algo histérica mientras recogía con el pie una sudadera y unos jeans deslavados del suelo. -¿Ni siquiera te lavarás?- preguntó Mary incrédula. Sky miró a su hermana mayor y puso los ojos en blanco –nada más bajaré al invernadero, luego me baño, no quiero llegar oliendo a estiércol a Hogwarts, hermanita, deberías aprender a organizar tus prioridades- La chica se abrochó los pantalones mientras hablaba, despeinándose el cabello alborotado mientras abría la puerta chirriante de madera desvaída. Se colocó la sudadera por encima y bajó de dos los escalones mientras tarareaba una canción de Pink Floyd. Vivía en una zona rural, no en el fin del mundo, así que conocía algunas canciones muggles y también bandas, aunque no era una experta, sólo conocía lo que escuchaba dentro del colegio con otros chicos y chicas de su edad.

Salió de casa, era temprano de madrugada. El cielo se teñía de los matutinos colores y el aire estaba impregnado de humedad. Respiró el aire cargado de tierra y sal de su hogar, mientras pateaba con los pies algunas piedritas del camino, removiendo raíces pequeñas, flores que jamás nacerían. Chifló entre dientes, mientras el cerdito que era amenazado en convertirse en tocino acudía a su lado. –Jamón, hoy tenemos trabajo antes de que me valla; plantar algunos cardos y revisar que el sistema de riego esté correctamente instalado, no quiero gastarme el cerebro escribiéndole a papá para explicarle como conectar las mangueras- dijo la chica mientras abría el invernadero con rudeza. La puerta se atoraba, no podía andarse con delicadezas. Ya adentro, miró a su alrededor, como antes le dijo a su cerdito, buscó los cardos, sacó mangueras, tomó palas, y recogió abono. El trabajo no era pesado pues ya estaba acostumbrada, y cuando terminó, el sol despuntaba en el cielo. Sucia, apestosa, despeinada y feliz se regresó a la casa con Jamón pisándole los talones; su hermana mayor pegó el grito en el cielo cuando la vio. -¿Viste que hora es? Anda, pégate un baño, comete un pan y baja tus maletas; da gracias que papá ha reservado un traslador- Mary con su humor agrio pegaba ordenes de aquí para acá mientras Sky le arremedaba sin importarle el que dirán.
Una ducha rápida fue suficiente al parecer, el cabello ondulado natural peinado con los dedos, y unos jeans limpios junto a otra sudadera color rojo fueron suficientes. Sky empujó sus maletas, y su padre las salvó con la varita haciéndolas levitar. –Sky, romperás tus instrumentos, y tus plumas ¿Crees que el dinero crece en los arboles?- La chica sonrió –Pues debería- respondió mientras bajaba rápidamente, colocándose la capucha sobre la cabeza.

-Toma, comete esto- Mary le pasó un pan dulce –y esto- le metió en los bolsillos unos galeones -No los gastes en golosinas; si necesitas mas manda una lechuza, y por el amor de Merlín Sky, recuerda que es tu segundo año como prefecta, debes ir más… presentable; ¿de verdad eres mi hermana?- Sky le guiñó el ojo a Mary mientras se metía el pan en la boca, tomó a su padre con la mano libre y lo obligó a avanzar antes de escuchar más. No quería pensar, no quería mirar atrás, ansiaba tanto llegar al tren.

Un zapato viejo fue el instrumento para llegar hasta un callejón vacío Londres, no muy lejos de la estación. Su padre ahora debía cargar las maletas de Sky, pero sólo fue durante unas cuantas cuadras, pues apenas entró buscó un carrito. Aún siendo una chica no muy femenina Sky parecía cargar lo que una diva.

Podía ver aún desde lejos a sus compañeros; los conocía, los reconocía… no hacía falta más, estaba dentro cerca de aquel anden oculto. Ansiosa se adelantó y en cuanto cruzó la barrera el ruido de las lechuzas, gatos y sapos le dijeron que estaba por fin más cerca de Hogwarts. –Kermit, no te vallas a escapar, o le diré a Jamón que en vacaciones no te deje ir a jugar en el lodo con él- amenazó a su sapo mientras avanzaba entre la gente, con su padre, un hombre alto y regordete tras ella. Sentía las miradas, los ojos clavados en ella. Antes la atención se posaba en sus hermanas y su belleza, su delicadeza, su femineidad, y ahora estaban mirándola por motivos totalmente opuestos.

Sin darse cuenta la capucha se le había deslizado de la cabeza, el corto y masculino corte saltaba a la vista y la primera impresión que se tenía de Sky era la de un muchachito bajito y flacucho. La chica cerró los ojos un momento y sonriendo continuó su camino. No podía dejar que notaran que esas miradas le lastimaban. Ella era una prefecta, su deber era proteger y cuidar, no que la protegieran a ella, así que no podía dejar que notaran el mal que le hacían. Orgullosa se giró sobre los talones y miró a su padre. –Papá…- el mayor la miró con una sonrisa. –Sky…- la chica le sonrió grande, radiante, emocionada ante la perspectiva de un nuevo año. –Si alguien te molesta… bien…- era torpe expresando sus emociones, un hombre chapado a la antigua debía ser alguien duro. –No te preocupes, soy prefecta, este año será pan comido, y si me molestan yo sé como arreglármelas solita- le tranquilizó. –Ahora, debo irme, el tren está por partir y será mejor que suba- le sonrió un poco y entonces sin dudar depositó un beso sobre la mejilla del mayor. –Cuídate papá, dile a Mary que no le tema al abono, sólo huele un poco mal al principio, luego se acostumbrará- dijo la chica alejándose con su sapo en el antebrazo. –Adios papá, despideme de Sophia, y de Esme, y de Rose también; diles que las amo, que volveré en vacaciones...- su padre se encargaría del equipaje, lo sabía. Subió de un salto al tren y miró sobre su hombro, mientras era empujada hacia dentro por el resto de los alumnos.

Un suspiro se escapó de su pecho, una sonrisa al aire, y un movimiento de mano mientras se adentraba, despidiéndose por el momento. Ese será un buen año… un buen año…